El notario es independiente con respecto a sus clientes pero también en relación con las administraciones públicas. Para garantizar esta independencia, está subordinado a una tarifa fija, determinada por la ley, y de la cual no puede alejarse.
Tiene que ser imparcial, incluso si es nombrado por una de las partes debe ser totalmente neutro.
El notario está sujeto al secreto profesional y no puede revelar a terceros lo que le ha sido confiado.